Pajarito
Me doy cuenta,
de que me he hecho grande,
en la jaula de la vida,
ya no quepo,
por la puerta de salida.
Mis alas están mustias,
de no practicar el vuelo,
mi pico está triste,
de tanto cantar que te quiero.
Mi plumaje poblado,
de variado colorido,
aparece ahora gris,
de revolcarme en mi nido.
Mi nido, al que han entrado,
y rápidamente han salido,
varias especies de aves,
que hasta a mí me han confundido.
Mis garras y mis uñas,
ni de ellas ya me fío,
no me subo al saltadero,
así ya no siento miedo,
miedo de la altura de caerme,
de una cuarta al suelo.
Es talmente el desespero,
que ahora hablo a las palomas,
que me llaman desde el techo,
desde el techo de este mundo,
donde dicen que esta el cielo.
A veces cuándo amanece,
siento volar las gaviotas,
hacia el mar que pertenece,
ellas dicen que es allí,
donde el amor permanece.
Y yo les grito: ¡llevadme!,
¡llevadme! mi amor merece,
de la espuma de las olas,
del abrazo submarino,
que por momentos crece.
Y ellas contestan: ¡lo intentamos!,
amigo, cientos de veces,
pero no cabes por la puerta,
de la jaula de la vida.
Tal vez, si yo desde suelo,
arrodillado le pida,
que el Señor al fin me deje,
levantar el alto vuelo,
de esta vida perseguida,
y abra por fin esta puerta,
de par en par y enseguida,
guíe pues mis aleteos,
en dirección a la huida,
de estas duras cadenas,
que me atan de por vida.
Pero solo fue un intento,
que amanece cada día,
solo queda aquí el proyecto,
de intentarlo todavía.
Me quedaré aquí en el suelo,
revolcándome en mi nido,
que si no lo miro bien,
hasta parece mullido,
habitando mi consuelo,
y entristecido sin quién.
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